Marta Marín Rubio, art director. Noble no, lo siguiente. Está en publicitarios implicados.
La nobleza y la aristocracia han sido históricamente grupos sociales vinculados al poder y a los privilegios. Conseguían su título por sucesión familiar, por dinero o como recompensa a los servicios prestados.
Las personas nobles no tienen nada que ver con esto. Se definen por ser honestas, honradas, sinceras, leales y buenas. Piensan en plural. Son generosas, positivas, solidarias, atentas, amables, dialogantes y comprensivas.
En los tiempos que corren, deberían ser especie protegida.
Porque el dinero, las circunstancias, el entorno y el miedo, acaban por moldear a un corazón noble. Algo así como le pasó a Annakin en Star Wars.
Cuando busco a una persona para mi equipo o alguien con quien poner en marcha un proyecto o una idea, lo primero que pienso es que sea noble.
Y aquí te pones a descartar a lo bestia, puesto que cada vez quedan menos.
Una persona noble no rompe contigo por mail o por whats.
Una persona noble nunca te deja colgado.
Una persona noble no desaparece cuando estás ingresado o pasas por un cuadro de ansiedad o depresión.
Es más, suelen ser fuente de motivación y de ilusión.
Tengo la inmensa suerte de conocer a un buen número de estos personajes en vías de extinción. Algunas no están cerca fisicamente, sino en Lleida, Barberá, New York, Vilanova, Tarragona, Sant Fost, Martorell, Sant Cugat, Oviedo, Gijón, Las Palmas, Madrid o Alicante.
La nobleza está también ligada a la autenticidad.
A cuidar el planeta, el entorno, hacer un consumo responsable, defender el comercio local, practicar la conversación en directo y muy especialmente, no engañar.
Por supuesto que no son perfectas. Se equivocan, se estresan, se precipitan, pero saben pedir perdón y rectificar.
Brillan y destacan en una sociedad muy pendiente de las apariencias y del postureo.
En un mundo donde se toman decisiones en función del qué dirán.
Pero hay esperanza. Libros como "la consagración de la autenticidad" de Giles Lepovetsky ponen de relieve la decadencia del paradigma de la superficialidad. No durará para siempre. En la misma línea esta el trabajo de Adolfo Ramírez Morales, "el valor de la autenticidad". Lo falso acabará fracasando.
Tenemos que evolucionar hacia un modelo más humanista, empezando por impulsarlo en la escuela. Crecer con valores. Crecer con mucha más creatividad. Pensar de forma menos individual.
Si pensamos que modelos ultra del pasado nos van a solucionar algo, lo tenemos claro.
Corremos demasiado, pensamos poco, es necesario parar de vez en cuando.
Nos cuesta mucho hacer una llamada que no sea laboral.
Cada vez nos cuesta más quedar presencialmente.
Son "trampas" de Matrix, para que no tengamos opinión.
Pero lo vamos a cambiar.
Tomará su tiempo, pero se puede conseguir.

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